DE CUERDAS Y BALAS

Con este críptico título quiero comenzar la entradilla de hoy. Al objeto de unir por un fino hilo, pocas veces mejor dicho, una imprescindible herramienta sin la que resultaría difícil practicar un deporte como el tenis, con la guerra. Respecto al tenis y sus raquetas, ¿qué fue antes la gallina o el huevo?
Una raqueta muy cara.
Pero volviendo al título. El 6 de octubre se conmemora, por algunos, el nacimiento de un señor que sin haber «enpuñado» en su vida una raqueta, ha dado nombre al torneo más prestigioso de Europa sobre tierra batida: Roland Garros. Este señor, piloto acróbata que sirvió en la primera guerra mundial sentado en un avión de caza, tuvo una idea brillante. O suicida. En realidad, el hecho mismo de subirse a una de aquellas latas con alas a las que con gran generosidad llamamos aviones es en sí mismo un gran acto de fe. Solo por hacerlo, esos hombres ya demostraron un valor y arrojo superior a la media. Pero Roland tuvo que ir más allá; siempre hay alguien que llega más allá y bautiza de mediocres al resto. Las primeras ametralladoras en aviones no tenían una ubicación muy efectiva, de modo que al buen hombre que nos ocupa no se le ocurrió mejor cosa que colocar tales artefactos del demonio sobre el morro del avión, y como quien tiene una carabina al hombro, apuntar por rectilíneo contacto visual (¿hay otro?) y disparar. Pero la maniobra contaba con el estorbo, anecdótico, de una hélice entre arma y enemigo. Bah, detalles. 🤔
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Es maravilloso que los planes salgan bien.
Así que no pocas balas impactaban en las aspas de la misma. Las forraron de metal para mejorar su supervivencia. No podemos hablar aquí de un diseño muy fino pero si nos ceñimos a los plazos de entrega se ha de poner en valor la rapidez de resolución. Y así fue como con este sistema tan rudimentario la aviación militar dio un salto adelante. O hacia atrás si contamos con el hecho de que de matar se trataba. Además de varias bajas en su haber, este piloto logró con anterioridad a la guerra, 23 de septiembre de 1913, su mayor hazaña: cruzar volando el mar Mediterráneo en algo menos de seis horas. Y contarlo, pues diversas fuentes generalmente mal informadas afirman que apenas quedaban 6 litros de combustible en el depósito. Vamos, que si ese día les da por barrer la pista el señor no lo cuenta. 😱😱 Tuvieron que pasar algunos años y un triunfo en la Copa Davis de Francia sobre Estados Unidos para que la necesidad de realizar el torneo de vuelta en suelo galo obligara al estado francés a ceder unos terrenos. Condición: el nuevo estadio de tenis llevaría el nombre del que fuera un héroe nacional, Roland Garros. Y así, cada vez que un Rafa Nadal, un Pete Sampras, un Roger Federer o incluso un enfadado Novak Djokovic aporrea las cuerdas de una raqueta contra una inocente pelota amarilla, y esta rebota a 200 km por hora directa al rival, pensad que la maniobra casi parece un apropiado remedo de las balas que Roland Garros lanzó contra sus adversarios. En otro espacio, aéreo, otro tiempo, la guerra, mismo objetivo: vencer. Roland Garros, el piloto, fue derribado en un combate aéreo en las Ardenas un 5 de octubre de 1918. Chungo regalo de cumpleaños, hubiera cumplido 30 al día siguiente. No sé qué tiene la muerte que siempre viene mal. ¿Te gustó? Pues ya sabes, comparte.     © CHRISTOPHE CARO ALCALDE

Autor: Christophe Caro Alcalde

Interior Architect, painter, writer, photographer, builder, poet, novelist...

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